Entonces subimos al sulky y comenzmios a andar de vuelta a
casa. Celina apenas si podía mover las piernas, no sé si por el veneno o el
miedo de morir. Se le agrandaban más los ojos y no me quitaba la mirada, como
si fuera de mí no existiese otra cosa en el mundo. Yo iba en el sulky y le abría
los brazos como cuando se enseña a andar a una criatura, y ella también me abría
los brazos, tambaleándose como un borracho. De repente el veneno le llegó al
corazón y cayó en la tierra como un pajarito.
(Los ojos de Celina, fragmento. Bernardo Kordon )
1 comentario:
h
Publicar un comentario